Cuando te preguntás por qué y no tenés respuesta no hay paz, te sentís caer al vacío. No hay pregunta que duela más que ‘¿por qué?’. Y necesitamos entender eso que nos inquieta, nos perturba, nos genera ansiedad.
No entender nos enmudece.
Habrá que aceptar lo que no tiene explicación, eso que ocurre sin que sepamos por qué. Ese absurdo que amarga nuestra existencia, eso que nos deja en soledad preguntándonos una y otra vez por qué, por qué. Ese sin sentido que vuelve nuestra vida irreal, ese por qué que necesita una respuesta urgente, esos por qué que desesperan. Cuando lo absurdo es tan absurdo ya nada importa.
Quizá se trata de aceptar que en la vida hay cosas que no tienen explicación… ¿o sí?.
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